Acostumbrado a navegar por las profundidades de los abismos, te enseñas a tripular submarinos.
No habiendo borda por la cual saltar, entiendes que te quedarás hasta que la nave se hunda te guste o no.
No habiendo ventanas por las cuales mirar, perfeccionas el arte de escuchar.
Navegas de oído.
Cierras los ojos, pulsas tu sonar... y esperas respuesta.
¿A quién se le ocurrió usar un corazón como sonar?
Cierras los ojos, pones aquella canción que siempre te acompaña en el abismo... y esperas contacto.
Pero la respuesta nunca llega. Y comprendes que como siempre, la fiel compañera de viaje, es tu soledad.
Noiz agertuko zara.
La lluvia y yo nos hemos hecho complices con el tiempo, guardamos ciertos acuerdos que cuidamos celosamente.
Ella sabe que le permito tocarme la piel, seducirme el tacto. Meterse debajo de mi ropa sin pedir permiso.
A cambio ella sabe que no debe humedecerme el alma. Porque ese es su talento: humedecer todo lo que toca, sobre todo las almas.
Ella me deja usarla de musa y hacer versos que nunca le recito.
Me deja lavarme los pecados, enjuagarme con ella los excesos venidos de las alegrias desmedidas.
De cuando en cuando nos distanciamos, rompemos nuestros tratos, yo uso un paragüas, ella me empapa los sentimientos.
Yo me atajo debajo de un techo y quito con una toalla sus manos que ya me han alcanzado, pero ya es tarde, ella ya me ha inundado, escurriendome hasta el último recuerdo.
Luego siempre habrá tiempo de reconciliarnos, le diré que la necesito y me dirá que siempre estará ella ahí para mí, qué siempre volverá por mí.
Le diré que quiero ser uno con ella.
Y entonces mis ojos, para convencerla de que soy honesto, terminarán por imitarla completa.
Sí me preguntan tendré que negarlo, diré que no somos amantes, que nunca nos hemos besado.
Pero ¿no sería mucho cinismo después de lo que ya he platicado?
Y cuando al fin eximió todas sus tristezas, en ese entonces, se quebró.
Se rajó por un lado y comenzó a escurrirle luz
luz que se posó en cada gota de melancolía líquida llorada en la tormenta.
Ayer hubo un accidente gramatical en la esquina donde intersecan tu argumento y el mío.
Hubo distintas perdidas que se consideraron graves, entre las que se encuentran ideas desorientadas, significados desmayados (simplemente perdieron el sentido), palabras desarticuladas, respuestas con evidentes dolencias y la inevitable sensación de inseguridad de transitar las vías de comunicación nuevamente.
Todo reparable con el tiempo y sin embargo lo que me sigue preocupando más son... los sentimientos heridos.
Conduzcámonos con cuidado para evitar hablarnos con silencios por temor a perecer en algún malogrado punto de coincidencia.
Este domingo los meteorólogos hablan de una depresión tropical formada en el océano Pacífico, la cual advierte lluvias venideras.
Domingo.
Depresión dominical.
Depresión dominical que me aborda acostado en cama ajena.
Esta depresión dominical meteórica que me aplasta (y me deforma) y yo sigo tan pacífico; me exprime y me vierte como lluvia en coladera.